jueves, noviembre 09, 2006

Luto aliviado…



(Crónica Ultramarina)

Eran pasaditas las 3 p.m. cuando aborde la aventura de un miércoles sin rutina, y emprendí el rumbo hacia el Palacio de los Deportes. Canguro en hombro caminaba y le pedía a Dios que no lloviera, no hay nada peor que estar esperando un concierto tanto tiempo y recibirlo incómodo, mojado, y con frío. Y me complació el de arriba, a mí y a la fanaticada sabinezca que ya aglutinaba las filas, porque el agua sólo se asomo para saludar muy tenuemente. Y es que los conciertos se empiezan a vivir desde ahí, desde las filas, en donde se mezcla la esperanza y el ímpetu… las emociones. Algo que me llamo mucho la atención fue el comportamiento de las personas que estaban en la fila, tan diversos en edad pero tan globales con su buena onda y su admirable comportamiento. Y es que si bien es cierto a la hora de la entrada hubo mucho desorden (culpa de la empresa organizadora), no me di cuenta de zafarranchos ni insultos entre hermanos.

A las cinco pasadas la cola de gente se hacía cada vez más densa, y ya se empezaban a escuchar los himnos sabinezcos entre la gente que coreaba con fluidez y mucha mucha naturalidad (que buenazo!!!). Ya para las 6 pm todo el ambiente estaba sintonizado, con una cuba adentro y un par de “shots” cuatro plumas aún no me lo creía, en pocos minutos se aliviaría el luto que porte durante casi seis años al no poder ir a ver “al del pirata cojo” en su anterior visita a Costa Rica. Ya para las 7 y pico estábamos dentro del Palacio, despuecito surgió un acontecimiento memorable, don Oscar el presi había llevado sus huesos a tan mundano redil, al percatarse el pueblo soltó su grito de moda “¡No TLC! ¡No TLC!”.

Yo estaba cerca del escenario… valió la pena las casi 5 horas de fila y las bastantes más de espera. Puesto que al caer las 5 más 3 en el reloj, las luces se desvanecieron y el de 40 más 17 apareció con sus aves de paso, su habitual sombrero y un camisón negro en el cuál se leía “Norma Jean Baker” (el nombre real de Marilyn Monroe). Aunque terminada pieza inicial don Sabina soltó un buenas noches… San José (queriendo decir Heredia por supuesto, fijo se le lengua la traba) un pequeño “safis” para el maestro, que por supuesto fue ínfimo en la noche. Ya el paisaje ultramarino había contagiado al tumulto y las siguientes piezas cargadas de rock and roll detonaron los brincos y las gargantas desaforadas. Sabina se veía transparentemente feliz ante el público que poblaba por completo el lugar y aunque no recuerdo el orden específico puedo contarles llegaron en su momento: Conductores Suicidas, ¿Quién me ha robado el mes de abril?, Princesa, El Bulevar de los Sueños Rotos, Marilyn Monroe, La Magdalena, Y sin embargo (con la exquisita introducción de Olga Román), la nueva Pájaros de Portugal, la infaltable Calle Melancolía, la estupenda y una de mis favoritas Ruido, las tonadas increíbles de… y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren… (estupenda). Una de las que no me esperaba y de las que más hizo vibrar a la turba fue La del pirata cojo y siguieron… y siguieron… más y más, el flaco se lució.

En el intermedio final, Antonio García de Diego salió con su pulcro traje blanco a lo Capone para sentarse en el piano e interpretar El blues de la soledad, ese momento fue increíble. Cerca del término de la función las tonadas de 19 días y 500 noches se escucharon al mismo tiempo que se percibía un Sabina exhausto, luego presento su banda, que juntos empiezan a lucir a lo Rolling Stone con su espíritu musical lleno de años. Para la estocada final dejo el ya conocido popurrí de Noches de boda / Y nos dieron las diez, con lo que cerro el concierto y se dio el término de la espera para quienes anhelábamos escuchar a Joaquín en vivo y no en las tantas gargantas que andan por ahí haciéndole homenaje en los bares “trova” con pretexto meramente comercial.

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